lunes, 2 de marzo de 2009

Pablo

Le gustaba leer bastante, le gustaba que los autores que él leía explicasen con su arte lo que él mismo ya sabia con su sensibilidad. Es don de pocos poder hacer materia la sensibilidad...la mayoría de los hombres sensibles se quedan en lo abstracto.
Pero Pablo nada sabe de él mismo, así que yo les cuento como es su vida.
Ya dije que leía, además de eso hace cosas como atender un quiosco con una conducta excesivamente oriental, a pesar de ser boliviano. Trabajaba muchísimo y yo, fumador batracio, acudía a su vida con regular frecuencia.
A mi me gustaba leer tanto como a él, y de vez en cuando charlábamos sobre tales cosas pero nunca salíamos de las duras tapas que un libro tiene para contener tanto a sus hojas como a los tristes charlatanes como nosotros que nunca pretenden convertirse en Quijotes, ni rescatar a ninguna rubia fuertona de Dinamarca (por decir un país de rubias fuertonas).
Pablo, al igual que yo, vivía enamorado de todo un concepto de mujer, mas no de una real e imperfecta. Por esta razón sus reflexiones se tornaban cada vez mas agudas y misóginas a medida que los años pasaban.
Como es de esperar; las esperas de algo tan poco accidental como el amor real, son vanas. Así fue que Pablo y yo confeccionamos una amistad enferma por la vida desierta de amor. De este modo Schopenhauer era un tipazo y novelas como Anna Karenina representaban el imposible del curso literario que formamos entre esas rejas que los quioscos utilizan para decirle no a una delincuencia sumamente accesible.
Pasó que Pablo tenía un talento. Lo sensible, en él, no estaba todavía coagulado por la experiencia negra. Él tenia algún tipo de llave para sacar de si mismo toda la pasión que se estaba convirtiendo en tumor. Ese mismo que acaba matando la felicidad.
Llego una mina a mi edificio que tendría cuarenta y pico, yo soy bastante menor que Pablo, y él es un poquito mayor que la mina.
Se ve que a Pablito los fumadores lo anclaban a una nutrida semivida social que, de otro modo, moriría en un empleo solitario como el de él.
Cuestión, Pablo era un tipo sumamente seductor a pesar de ser un cínico. La mina a pesar de ser una feminista generaba una verdadera batalla campal de antagonismos tan exagerados que, al distanciarse de Pablo, pegaban la vuelta al mundo. Y allí mismo, en la China de lo metafísico, los comentarios agudos de cada uno se teñían de sonrisa.
-Che, me parece que me estas dejando por la del quinto que acaba de llegar- le dije una tardecita, entre irónicas sonrisas, mientras me fiaba unos Particulares.
-Sabes que pasa pibe- acá su cara rotó a una expresión comparable con la de un agente de la KGB que se dispone a decir en televisión todos sus secretos.- los dos estamos muy hechos, estamos endurecidos como si los humanos fuésemos tachos con cemento que al pasar mucho tiempo nos endurecemos perdiendo, de esta forma, la función para la cual Dios nos creó.
Ahí mismo me lleve la mano a la boca, pero de una forma llamativa; como si fuese un King-Kong que se come a un extra de televisión. Yo le pase un bollito de papel y él me tiro con un cascote de hormigón, mas o menos así me lo informo mi inteligencia.
-¿Pablito no habíamos quedado que Dios no existía?- dije como sintiéndome una mujer despechada por un marido infiel a un matrimonio de convicciones meramente racionales.
-Si, eso y otras miles de convicciones se me fueron al carajo en estos últimos dos meses hermano- ahí mismo pensé que era momento de decir algo respecto de su inicial analogía tan pedorra.
-Pablo, la verdad es que yo no tengo idea de nada pero si estas desmoronando un castillo de reflexiones y vivencias cosechadas en toda tu vida por una mina; es por que probablemente te estés humedeciendo nuevamente como un cemento cuya segunda oportunidad se hace presente en forma de mujer. Mujer que cursa con conflictos generados, no tengo dudas, por su reciproco sentir respecto de vos. Si existe Dios, y nos hizo cemento, supongo que nuestra única función es construir algo con alguien. Podría ser que nuestro fin vital, en tanto cemento, sea brindarnos como tal y construir amor.- acá tuve que largar un suspiro que se conformaba un tanto por emoción y otra mayor parte para eliminar el diabético concepto que acababa de exponer.
La cuestión es que después de unas palabras agregadas a esa metralla de reflexión momentánea, Pablo se digno a exhalar con orgullo y asintió con prudencia.
Realmente yo soy joven y no se nada de personas, ni su eventual endurecimiento lo que si sé es que yo, con un tipo enamorado como Pablo, no puedo hablar mas. Esta hecho un pelotudo, se convirtió en un afeminado personaje de Shakespeare.
En definitiva, debo confesar que me alegro mucho por Pablito y cabe destacar que esto es tierna envidia. Sentimiento macanudo que me hace escribir su historia.
Desde aquella tarde en la cual Pablo se entrego sin resistencia a sus sentimientos, yo he perdido la firmeza de mis convicciones y estas se rearman prudentemente empezando por este final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario