martes, 3 de marzo de 2009

Cosme

Nota: Este relato debe ser leído escuchando a alto volumen la canción “Ojala que llueva café en el campo” en la versión de Café Tacuba y no otra.
Para él, de pronto, todo parecía posible; lo bueno que podía obtener era muy cercano y las consecuencias adversas de sus actos se le presentaban como protestas borrachas de una prudencia discriminada en el sublime acto de la valentía.
La música empujaba la cabecita de Cosme que en dos aplausos entro al ruedo meneándose y arrugando mucho el ceño como compenetrado. Todo heroico se sentía por que el dragón de fuego eran dos metros de distancia y su princesa estaba ahí con las polleras al viento. La preciosa figura femenina meta girar y asustar al equilibrio que, sosteniéndola a tientas, describía el arte de la danza.
Cosme, pasito de aca y patadita de allá, viene con la música suspirando las silabas finales de los versos por no saber la letra. Y vamos carajo que arranca un pasito y otro frenando para seguir el compás que cobraba el impuesto al valor que genera un violín y un buen guitarrón.
Los amigos de Cosme se codeaban como diciendo mira a ese infeliz (se dice que algunos hubieren querido advertirle). Pero en otro circulo de realidad, el “Pulguito” Cosme, empezó a mirar mas fijecito a la prendita que ya estaba a tiro de palma.
El hombre que acompañaba a la muchacha había ido a comprar unos tragos para él y ella. El Pulguito, recién llegado al metro cuadrado donde reinaba la plenitud, ahí nomás, tomo la perfecta cintura de la guapa Leonor. Cabe describir los dedos bien abiertos para abarcarla toda; para abrazar por un ratito al mundo de la silueta perfecta; la línea que al palparla uno entra en el exquisito mundo del tacto femenino.
Solo una mano bien firme en la cintura bastó para que se interrumpa la inhalación de Leonor que miró como quien se asusta de una cosa y después se sorprende pero sin miedo, como con acatamiento.
La historia de la otra mano se debatía en un balanceo suelto, como la mano de un alpinista que busca otra roca de donde asirse a su montaña elegida y perfecta...montaña de la cual uno no puede caerse.
La mina sonrió y Cosme estaba en la exaltación feroz de su vida, todo se congela y solo avanza la mano extra. Todos pensamos y enamoramos nuestra imaginación, los vasos se congelan a centímetros de las bocas, las miradas parecen que miran a Cosme y a la guapa mujer del baile en Sinaloa.
Así termina el relato y la vida del Pulguito; con el trayecto final de su mano desocupada.
Algunos dicen que le acaricio el pelo pero a mi me gusta mas la idea de beatificar a Cosme en su natural voluntad de tocar tetas.
FIN

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